14 de julio de 2010

Schleck-Contador, mano a mano

Un buen escalador como Dani Navarro, en sus funciones de gregario, y uno de los tramos más duros de La Madeleine, La Lechère, a 8 kms. de la cima, bastaron para reventar la carrera, vestir de amarillo a Andy Schleck, con Alberto Contador pisándole los talones, y hundir en la miseria a Cadel Evans, que perdió más de ocho minutos en la meta.

La etapa sólo se animó cuando los Astana tomaron el mando de la carrera subiendo el último puerto del día. Hasta ese momento los BMC de Evans dejaron ir una fuga de doce en la que estaban tres Caisse – 'Luisle', José Iván Gutiérrez y Moreau– y el a la postre ganador del día, Sandy Casar.

Cuando la carreterea empezó a subir de verdad, Chris Anke Sorensen (Saxo Bank) se encargó de la primera criba, en la que ya se quedó Sastre. Más adelante Vinokourov volvió a obrar de modo caótico, arrancando del grupo de importantes para coger cierta ventaja y volver a ser neutralizado, gastando unas fuerzas que muy bien le podrían haber ido a su líder en la parte final de la subida.

Contador no se quedó solo porque tuvo a su lado siempre al asturiano Navarro, que lleva unas etapas alpinas de fábula, a Paolo Tiralongo y a De la Fuente, el primero en ceder. Pero la compañía del kazajo, obsesionado con ganar una etapa, no hubiera estado de más. Atacar cuando la fuga está a cinco minutos por delante y no poder echar una mano cuando es reintegrado al grupo de su líder carece de toda lógica.

Por delante los escapados iban siendo cada vez menos y Jens Voigt se rezagó en la parte final de La Madeleine para ayudar a su líder Andy Schleck. Lo hizo hasta que Contador dijo basta, dio un arreón y dejó plantado al alemán, quedando un duelo mano a mano entre madrileño y luxemburgués. Samuel Sánchez, en un estado de forma pocas veces visto, llegó hasta ellos, hasta que un acelerón de Schleck lo cortó. El campeón olímpico se lanzó a un descenso vertiginoso para volver a enlazar; llegó a tener a la pareja de aspirantes a la victoria final en su campo visual pero unos calambres echaron por tierra sus ilusiones.

Por la cima llegó la carrera rota, con la pareja protagonista a poco más de dos minutos de los fugados, que ya eran sólo cuatro: 'Luisle', Charteau, que se coronó nuevo rey de la montaña, Casar y Cunego. El resto iba como podía, 'Purito' Rodríguez en un grupo con Menchov y Leipheimer. Más atrás, Basso, Armstrong, Plaza, Van den Broeck y Chavanel. Y Evans, que no sabía si llorar o pedalear, coronó a 9'36".

El australiano es un buen corredor, vigente campeón del mundo. Pero le falta fortaleza mental. Sus mejores actuaciones en el Tour las ha logrado siempre a rueda de otros y ayer quedó demostrado que no tiene madera para ganar una 'grande' por etapas. Para no ser menos, se ha apuntado a la lastimosa moda de echar unas lágrimas en la meta, abrazado a su 'coequipier' Mauro Santambrogio, que estuvo tirando de él todo el día. Fue una escena patética.

Eso sí, al mánager de su equipo –John Lelangue, ex jefe de prensa del Tour reciclado a técnico– le faltó tiempo para explicar que Evans tiene una fisura en el codo izquierdo. La misma que tenía en Morzine cuando se vistió de amarillo y entonces nadie dijo nada.

Los Alpes, que no tenían que decidir nada, han dejado reducida la carrera a una mano a mano entre Schleck y Contador. Queda por delante mucho, y durísimo. No sólo en los Pirineos, sino hoy mismo con la llegada a Gap o la etapa de Mende, una subida corta y explosiva, el viernes

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